Lo que tu mirada dice de ti. (Tercera parte). Las armas de tu mirada.

«Embriológica y anatómicamente, el ojo es una expresión del cerebro […], es casi como si una parte del cerebro estuviera a la vista del psicólogo para poder espiar dentro de él».- 

Eckhard Hess (Psicólogo de Chicago)

Ante las actividades, encuentros, experiencias que se viven tanto visual como auditiva o mentalmente, la mirada de la persona cambia, al igual que la expresión facial que le acompaña, y sólo con ello, sin necesidad de mediar palabra, somos totalmente capaces de exteriorizar lo que sentimos, nuestros gustos, nuestras actitudes ante algo, nuestras opiniones. La clave está en si sabemos, al menos de forma general, darnos cuenta de todas estas cosas en la persona con la que estamos tomando contacto, pero de todos es sabido que los ojos son la zona más expresiva de cada rostro.

¿Te has fijado en alguna ocasión en los movimientos de los ojos o en las pupilas de las personas con las que hablas? Seguro que sí, de ahí las expresiones de: «Si las miradas matasen; Me fulminó con la mirada; Tenía la mirada perdida; Me cautivó con su mirada», etc.

Nuestros ojos, y sobre todo nuestras miradas, dicen mucho de nuestra persona, de cómo somos y de lo que sentimos en cada momento. Es difícil engañar con la mirada, ya que involuntariamente, podemos dejar expuesta muchísima información.

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Con nuestras miradas podemos seducir, intimidar con nuestra expresión, hacer ver a los demás que somos los «Jefes de la manada», o incluso mostrarnos tímidos o sometidos. Podemos reflejar nuestros miedos, inquietudes o tristezas. Somos capaces de transmitir la euforia y alegría ante un gran acontecimiento. A veces intentamos disfrazar nuestras miradas de incredulidad o desconfianza con palabras, pero entonces surge la mirada de falsedad que nos descubre.

La mirada puede ayudarnos mucho más de lo que imaginamos. ¿Sabías que moviendo los ojos hacia arriba a la izquierda podemos ayudarnos a nosotros mismos a recordar algo que teníamos olvidado? Pues así es, y podemos acudir a nuestra mirada para inventar algo o idear algún proyecto, para buscar nuevas ideas, ¿Cómo?, moviendo nuestros ojos hacia arriba pero esta vez a la derecha, ya que esta es la zona de la imaginación y de este modo ayudamos a nuestro cerebro a ser creativo.

Esto es así, porque tal como analizó en sus estudios y experimentos, el psicólogo Eckhard Hess, los ojos son unos de los órganos de nuestro cuerpo que se encuentra más íntimamente conectado a nuestro cerebro.

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Incluso sin tener contacto directo con esa mirada, podemos sentirnos a veces vigilados e incluso amenazados, por lo que, dependiendo de la situación, nuestro corazón suele latir más fuerte cuando sentimos que alguien nos mira fija e insistentemente. Quizá sea por esto por lo que en tantas ocasiones sufrimos el llamado «miedo escénico», porque sabemos que vamos a estar siendo observados por multitud de personas, personas que van a clavar sus miradas, sus ojos en nosotros, en nuestro rostro, en cómo vestimos, y también en cómo nos expresamos tanto de forma gestual como verbalmente.

Algo que me llama la atención, es cómo son consideradas ciertas maneras de mirar en diferentes culturas. Normalmente, el primer contacto físico que tenemos con cualquier persona, suele ser una mirada, aunque sea de lo más rápida. Es curioso cómo mientras en los países árabes, cuando dos personas están teniendo una conversación, tienden a mirarse fijamente, y sin embargo los norteamericanos, consideran esa intensa mirada mientras se habla, como una falta de respeto hacia la intimidad del otro. Aunque algo más extrema es la costumbre del lejano oriente en este sentido, ya que éstos suelen evitar totalmente cualquier contacto visual con su interlocutor.

Somos capaces de dirigir una conversación con las miradas, podemos dar a entender a las demás personas con las que hablemos, si estamos interesados en lo que dicen (mirando cada cierto tiempo a esa persona más o menos fijamente), si estamos o no de acuerdo (si miramos hacia otro lado mientras escuchamos al que habla), si nos agrada (seguimos mirando y asintiendo) o nos disgusta lo que están expresando o contando (tendemos a mirar a otro lado), o podemos hacerles saber si tenemos prisa por que terminen (miramos con insistencia y sin disimulo el reloj), o incluso si nosotros somos los que estamos hablando, si estamos pasando el turno de palabra al otro (haciendo una pausa al hablar y mirando directamente a la persona que esperamos que comente algo). Con una simple mirada, podemos hacer entender a los demás, si buscamos la participación de todos en la conversación.

Sin embargo, el doctor Adam Kendon, aseguró en sus estudios realizados sobre el tema, que los individuos no se comportan de la misma manera en sus relaciones sociales y laborales (en las que intentamos ser más formales, incluso reduciendo el intercambio visual, para así evitar un posible desvío de atención hacia el tema de conversación), que en las que mantienen en su propio hogar, algo más relajadas, con más intercambio de miradas.

Pero no todas las miradas significarán lo mismo siempre, hay que fijarse en el contexto en el que nos encontremos para poder entender el sentido de una mirada.

La mirada, nuestros ojos y sus movimientos, van directamente unidos, como ya he mencionado, al cerebro, pero indudablemente, también se encuentran totalmente relacionados con nuestra personalidad. Incluso no miramos de la misma manera las mujeres que los hombres. Por norma general, las mujeres buscamos más la mirada del otro, y no nos importa tanto mostrar nuestros sentimientos con la forma de mirar. Incluso me atrevería a decir que, solemos estar más predispuestas a que los demás entiendan o sepan ver cómo nos sentimos o lo que pensamos con una simple mirada, y por supuesto que la otra persona exprese visualmente una reacción a lo que estamos diciendo.

Pero esto de las miradas, aun guarda más misterios…uno que, después de estudiarlo, me parece tremendamente interesante… El movimiento de las pupilas. Es un movimiento involuntario y que puede ofrecer cierta información emocional. Las pupilas es el punto central del ojo, y a su alrededor se encuentra el iris, músculo que permite contraerse o dilatarse para poder dejar pasar al ojo más o menos luz.

Pero nuestros ojos no solo responden a estímulos de luz, sino también a los estímulos emocionales.

Normalmente, si recuerdas algo, o si ves algo que te llama la atención, que te atrae, ya sea una cosa o incluso una persona, las pupilas se dilatan. Se dice que las pupilas dilatadas en una mujer, hacen que esa mujer atraiga más a los hombres. Pero en casos de peligro o miedo también se dilatan, ya que actúan como una respuesta del cerebro para que estemos con todos nuestros sentidos alerta ante cualquier riesgo.

Existen muchos tipos de miradas. 

Yo solo te voy a resumir unas pocas.

Mirada seductora: se baja un poco el mentón, mirada de frente con los ojos semi-abiertos, mirada profunda y que dura un poco más que la mirada normal.

Mirada retadora: Mirada fija y de frente, ceja levantada, boca o dientes apretados.

Mirada triste: ojos caídos y/o llorosos, sin ningún tipo de brillo, ojos apagados.

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Mirada desconfiada: Ojos ladeados y algo «achinados», posibles movimientos horizontales.

Mirada de miedo: Ojos abiertos y pupilas dilatadas, mirada brillante pero algo perdida. Puede confundirse con la mirada triste, pero aunque parece algo complicada de describir, es fácil de detectar.

Además de estas, hay muchos más tipos de miradas. Miradas de ira, de sorpresa, miradas burlonas, soñadoras, de felicidad y de euforia, miradas incrédulas, falsas, atentas, indiferentes… ¿Las conoces todas?

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«Has tenido la gran suerte de tener dos ojos con los que poder ver y admirar las maravillas que el mudo te ofrece, pero no te quedes solo en ver esas cosas, también puedes utilizarlos para «mirar» de verdad, para comunicarte y hacerte entender, para recordar y crear nuevos recuerdos, para sentir y hacer sentir…¡¡aprovéchalos!!».- 

Irene Arce

Os dejo un enlace de otro interesante vídeo de Teresa Baró, experta en Comunicación No Verbal.

Fotografías realizadas por: Irene Arce